Recubre
el silencio del comedor el zumbido ininterrumpido de la pc. Si una persona se
colgara mirando la nada, con los ojos abiertos, pasmados, tiesos, seguro
sonaría igual.
Granizan las teclas que retumban en mis yemas, me asusta su
modo de quebrar el comedor, porque mamá duerme. Se durmió en el sillón. Con lo
difícil que era que mamá se duerma en el sillón...
Yo sé
que duerme ahora porque se tranquilizó pero es una tranquilidad que inquieta.
Igual que el teclado ahora, igual que la pc. Suenan con calma pero es tal el
silencio, que no calman nada...
Una vez
escuché a una mujer decir que las cosas de los que se mueren deberían irse con
ellos. Yo pienso que tiene razón. Es tan macabro que existan cuando la persona
que les dio vida no vive. Permanecen igual de muertas, y uno verdaderamente no
sabe qué hacer con ellas.
La
plancha de acero descansa en la repisa de la habitación y yo ni siquiera estoy
segura de que sea de acero. El reloj, que no anda pero late, también está ahí,
al lado de la foto que no tiene referencia, que se marchitó con los años. Si
era de la tía o del tío, si lo trajeron cuando volvieron a Buenos Aires o fue
un recuerdo de Tres Arroyos ni bien falleció su madre son detalles que no
recuerdo. No es que no los sepa, me los contó mi abuelo, pero yo no lo
recuerdo. Qué paraíso las historias…La primera vez que las escuchás, son
eternas, y se figuran como una fotografía. Pero comienza a pasar el tiempo y
parecen pudrirse, como si se formara una especie de cera en su alrededor, se
ensucian, y cuando el tiempo ya es considerable se ponen tiesas...hasta
pareciera, en su lugar, que oís un zumbido. Ahora el narrador se fue, y las
cosas quedaron, y yo no recuerdo las anécdotas. O las recuerdo todas, las
recuerdo tanto que se mezclan… ¿Cómo voy a explicarles que tienen que guardar
la plancha y mirar el reloj y memorizar la foto, como yo lo hice, porque es ahí
donde están las anécdotas, si ni siquiera puedo recordarlas? ¿Cómo hacerlos
entender que las anécdotas son la historia, y en la historia está él?
Tal vez
deba esforzarme más, mirarlos por largo rato, perderme en las formas, en los
tonos. Mirarlos sin parar, olerlos, tocarlos. Quizás deba llamar a la familia,
buscar patrones, pedir referencias. Quizás deba escribir todo lo que recuerde,
todo lo que se pueda escribir de todo lo que recuerdo. Quizás eso no sirva,
quizás no encuentre los resultados que pretendí. Incluso, quizás, puede que
encuentre otros.
Tal vez
sea momento de comprender que ellos no van a conocer a mi abuelo.
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